«No puedes cuidar de otra persona hasta que aprendes a cuidar de ti mismo.» Esta afirmación, que refleja una verdad universal, ha perdido gran parte de su significado por desgaste. Con frecuencia decimos cosas como ésta sin comprender realmente la dimensión de lo que decimos. Los padres, y los padres de niños con discapacidad, son particularmente propensos a ignorar esta verdad psicológica fundamental.
Autor: Marc Ehrlich, Ph.D. Sobre el autor: Marc tiene un doctorado en Psicología de la Universidad de Austin, Texas; es columnista del periódico "The News" y se dedica a la práctica privada de psicoterapia y cursos de relaciones personales. Traducción: Angela Couret - Publicado en el boletín Paso-a-Paso.
¿Exactamente qué debemos cuidar? E igualmente importante, ¿cómo podemos cuidar de nosotros sin perjudicar a los demás? Las respuestas a estas preguntas se relacionan con la esencia de lo que significa ser padres efectivos y afectivos.
¿Qué debemos cuidar?
Necesitamos cuidar de nuestro Ser (nota de la traductora: en este texto, «Ser» equivale a «Self»). Nuestro Ser representa la esencia de quien somos. Es algo más importante que la imagen pública que proyectamos. Es más amplio y profundo que el Ego que funciona como su vocero. Es más poderoso y duradero que nuestra personalidad cambiante, sobre la cual domina. ¡Es lo principal!
Nuestro Ser no es unidimensional. Es multifacético, multidimensional, y se encuentra en un estado constante de evolución. Si bien es una entidad dinámica y cambiante, existe un nivel de nuestro Ser que resulta bastante prede-cible e idiosincrásico. Este nivel de nuestro Ser consiste de nuestras necesidades psicológicas, nuestro maquillaje emocional y las tendencias conductuales que se mantienen características en nosotros a lo largo de nuestra vida (tal es el caso de un niño impulsivo que se torna un adolescente inquieto, quien a su vez se convierte en un adulto impaciente).
Dentro de la complejidad de nuestro Ser, nuestras necesidades psicológicas son las que requieren nuestra atención y nuestro cuidado más inmediatos. Una necesidad psicológica es lo que debemos satisfacer para poder sentirnos seguros y saludables. Una necesidad frustrada, ocasionará una fiebre emocional – ira, tristeza, y una autoestima debilitada.
Necesidades fisiológicas y psicológicas: dinámicas similares
La dinámica de nuestras necesidades fisiológicas refleja lo que sucede a nivel psicológico. Nuestro cuerpo requiere, necesita, ciertas substancias específicas para funcionar: la sal, el zinc, el hierro, el potasio, etc. A medida que estas substancias disminuyen, el cuerpo tiene un método de comunicar justo lo que se necesita. La falta de estas vitaminas, minerales y sales ocasiona síntomas específicos fisiológicos, emocionales, cognitivos y conductuales (como cuando, por ejemplo, nos volvemos irritables, letárgicos, entumecidos mentalmente y actuamos como si estuviéramos bajo la influencia del alcohol, cuando nuestro nivel de azúcar en la sangre disminuye). La carencia de estas substancias castiga sin perdón y obstruye nuestra habilidad para relacionarnos efectivamente con los demás.
Los síntomas relacionados a nuestras necesidades fisiológicas deberían alertarnos que nuestro cuerpo requiere de las substancias agotadas. Si nosotros no nos percatamos o ignoramos estos síntomas, colaboraremos a que empeoren las cosas a través de nuestra falta de acción o de mala interpretación de lo que nos está sucediendo.
El proceso es similar a nivel psicológico. Existen necesidades psicológicas universales que forman parte integral de todos nosotros. Estas necesidades están comprendidas dentro de la condición humana. Las necesidades psicológicas más comunes incluyen la necesidad de: ser amados, ser respetados, sentirnos en control de nuestra vida, ser apreciados, reconocidos, admirados y sentirnos adecuados. Una de las necesidades psicológicas más importantes es el alcanzar nuestro verdadero potencial, vivir en forma congruente con nuestra verdadera naturaleza. En la medida en que nuestra forma de vida frustre estas necesidades, nuestras relaciones con otros sufrirán.
El caso de Ana
Cuando ignoramos o minimizamos nuestras necesidades psicológicas, surgirán consecuencias emocionales, conductuales e inclusive físicas que pagar. El cuidar de nuestro Ser significa que deberemos respetar el poder que ejercen nuestras necesidades y hacer lo máximo para que podamos satisfacerlas en forma responsable. Un caso ilustrativo es el de Ana.
Ana es la madre de una niña con parálisis cerebral. El dolor y el esfuerzo por encontrar la ayuda adecuada para su hija se tornaron en la razón de ser de Ana. Nada parecía ser más importante que cuidar de su bebé.
Si la niña se despertaba de noche, Ana estaba ahí como un relámpago. Si Ana salía a cenar, se la pasaba llamando a su casa a cada ratico, para saber de la niña. Si Ana estaba cansada, si se sentía triste o si se sentía abrumada por su vida, no prestaba mucha atención a su Ser.
Después de todo, nada podía compararse con lo que su hija estaba pasando. Nada podía ser más importante. Sus sentimientos y necesidades palidecían ante la realidad de la parálisis cerebral de su hija.
Al igual que sucede con la mayoría de nosotros, las necesidades psicológicas de Ana permanecían, a pesar de las exigencias de cuidar a un niño con una discapacidad. Nuestras necesidades psicológicas nunca se toman unas vacaciones, ni se desvanecen de nuestra existencia y definitivamente no se «dan de alta» por buen comportamiento. Forman parte de quienes somos.
Al igual que en el caso de nuestras necesidades fisiológicas, si no las satisfacemos, sufriremos consecuencias emocionales, cognitivas y conductuales. El cuidar de un niño con necesidades especiales, requiere un compromiso enorme, desinteresado y a tiempo completo. Muchas de nuestras necesidades psicológicas tienen que pasarse para la hornilla de atrás, donde permanecen cociéndose silenciosamente hasta que la olla comienza a quemarse.
Una de las necesidades psicológicas más importantes para Ana era su deseo de sentirse amada y apreciada. Esta necesidad era esencial para ella, en vista al impacto psicológico de traer al mundo un niño con discapacidad. Como era de esperarse, Ana estaba luchando con sus sentimientos de autoestima. Con frecuencia los padres de niños con discapacidad sufren sentimientos de culpabilidad e ineptitud, creyendo erróneamente que pueden haber contribuido con las dificultades de su hijo.
La culpabilidad, el sentimiento de ineptitud y la preocupación sobre un futuro terriblemente incierto se combinan para potenciar nuestras necesidades psicológicas, especialmente la necesidad de sentirnos amados y apreciados. Es precisamente durante esos momentos difíciles que necesitamos ser reconfortados para hacernos sentir que aún somos valiosos e importantes para quienes nos aman.
Hubiera sido mucho más fácil para Ana reclamar el amor y el aprecio que necesitaba. Si hubiera podido pedirle a su esposo, a su madre o a sus amigos que le dieran un fuerte abrazo y un espaldarazo, esa necesidad hubiera sido satisfecha. Una vez satisfecha, Ana hubiera tenido la energía psíquica para continuar por su camino difícil. Pero, como suele suceder, Ana no pudo resolver directamente esta necesidad. Y la necesidad se tornó voraz.
En vista a que Ana se sentía inadecuada y profundamente culpable en relación con lo que percibía como su responsabilidad por el dilema de su hija, no podía exponerse a mayores muestras de rechazo y desaprobación. Se sentía tan mal con relación con si misma que estaba segura que otros la percibían igualmente despreciable. Ana temía no ser merecedora del amor de otros y ciertamente no ser merecedora del aprecio de nadie. Por lo tanto, mantuvo su necesidad oculta.
La «madre perfecta»
Para probarse a si misma que era valiosa, Ana se convirtió en «la madre perfecta». No había una tarea demasiado exigente, ningún requerimiento más allá de sus habilidades, ningún sacrificio demasiado grande. El temor silencioso de ser indigna la empujó a aseverar su mérito a través de su dedicación y entrega. En vista a que la necesidad psicológica original no fue expresada, ésta permaneció ajena a lo que Ana estaba haciendo. No importa cuanto Ana hiciera, su necesidad de sentirse amada permaneció básicamente intacta. Mientras más tiempo permanecía sin atender su necesidad de sentirse amada, más poco valiosa se sentía. Mientras más poco valiosa se sentía, más tenía que hacer para compensar por su baja autoestima.
Cuando caemos en un patrón como éste, existe una tendencia de volvernos más irritables, impacientes y a la defensiva. Ana cumplía con las tareas del cuidado de su hijo, socializaba con sus amigos, atendía a los otros miembros de la familia. Pero, a medida que hacía esto, se volvía más intenso su resentimiento y culpabilidad. Como era de esperarse, Ana se enfermó físicamente. Enojada, aislada, enferma. Una combinación de lo físico y lo psicológico que hizo imposible que pudiera proporcionarle a su hija el cuidado y la atención que tanto deseaba darle.
Cuando ignoramos nuestras necesidades psicológicas, muy probablemente nos sentiremos incomprendidos, abusados y desesperadamente aislados de aquellos a quienes más necesitamos. Esto no es cuidar de nuestro Ser.
¿Qué representa cuidar de nuestro Ser?
El cuidar de nuestro Ser significa que prestamos atención a lo que necesitamos emocionalmente y psicológicamente. De no hacerlo, las consecuencias de las necesidades no satisfechas harán de nuestra vida y de la de los demás algo abrumadoramente estresante. Es una situación perjudicial para todos.
Nosotros tendremos mayor posibilidad de cuidar de otros efectivamente y afectivamente cuando nos sintamos satisfechos con nuestro Ser, o mejor aún, cuando nuestro Ser se sienta satisfecho con nosotros. El ocuparnos de satisfacer nuestras necesidades nos mantendrá en el carril correcto. Podremos pensar con claridad, nuestras emociones no se tornarán abrumadoras y nuestro comportamiento será más controlado. El satisfacer nuestras necesidades equivale a nutrir nuestra alma.
Hay ocasiones, sin embargo, cuando las necesidades de otros tomarán precedencia sobre las nuestras. Posiblemente tengamos que poner en espera el satisfacer nuestras necesidades para atender a las demandas y a los requerimientos que exija el momento. Si ya hemos aprendido que debemos cuidar nuestro Ser, si ya hemos experimentado nuestra capacidad para atender nuestras necesidades, será más fácil cuidar de los demás. Y más importante aún, cuando nos sentimos convencidos de nuestra habilidad para cuidar de nuestro Ser, nuestro cuidado para con los demás será más amable y bondadoso. Si nos sentimos víctimas de los requerimientos de los demás, si tememos que nadie se preocupe realmente por nosotros, estaremos limitados en relación con lo que podamos dar a los demás. Puede que realicemos el trabajo, pero nuestro corazón no estará involucrado.
La esencia de dar y de cuidar tiene sus raíces en un Ser satisfecho. A medida que nuestro Ser se encuentre frustrado, menor su capacidad para proveer por los demás.
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